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El INE no es el instituto electoral más caro del mundo

Publicado en México Social

18 nov 2021

Uno de los argumentos más socorridos para justificar la reducción de recursos presupuestales al Instituto Nacional Electoral (INE) es que constituye uno de los organismos electorales más caros del mundo. Así lo ha expresado el presidente de la república de forma recurrente y otros actores políticos, en el contexto de la discusión presupuestal, entre otros momentos.


Dado que quienes lo han planteado así no han aportado evidencia o información específica para sustentar el argumento, y por tratarse de un tema delicado y central para la conversación pública nacional, cabe preguntarse, ¿es cierto que el INE es el organismo electoral más caro del mundo? ¿qué hace que el INE tenga un presupuesto como el que tiene? ¿En qué medida es comparable el INE, en sus atribuciones, funciones y mandato Constitucionales con otros organismos electorales del mundo?


El INE no es el más caro, pero es más complejo que eso


La respuesta breve y rápida es que no, el INE no es el organismo más caro del mundo. Punto. Una respuesta más precisa y mesurada, de esas que recogen pocos likes en Twitter,  es que la comparación internacional del presupuesto, o el “costo”, del INE con otros organismos electorales es de tal complejidad, que es muy difícil afirmar, sobre todo a la ligera, que la autoridad electoral nacional administrativa mexicana es la más onerosa del planeta.


Organizar elecciones es diferente en cada país, aunque parezca que ir a votar y contar votos es igual en todos lados, y que no tiene mayor complicación. Las reglas, procedimientos y etapas que se siguen para organizar una elección y garantizar que cada persona vote, y que su voto se cuente y cuente—tenga efectos—para la integración de la representación política, expresa, de múltiples formas, tanto las diferencias de organización política y administrativa de cada país, como las singularidades de la diversidad de culturas políticas en cada sociedad.


En otras palabras, el “costo” de una institución expresa mucho más que solo pesos y centavos (obvio); responde a leyes, reglas, mandatos, culturas e historias que obligan a ciertos procedimientos y prácticas (menos obvio porque no se quiere ver o entender).


Entre los diferentes aspectos que hace compleja la comparación de “costos” entre órganos electorales, están los siguientes:


·      El modelo de organización electoral. Los modelos de organización electoral de cada país, aunque puedan tener rasgos similares, tienen particularidades que dificultan su comparación. Los modelos pueden variar según el tipo de estado (federal o unitario) y la distribución de competencias entre los niveles de gobierno, pero sobre todo, hay variaciones en la distribución de responsabilidades en materia de organización electoral. Hay países en los que las funciones de organización electoral las hace el mismo órgano que tiene funciones jurisdiccionales; en otros casos, la organización de elecciones, incluso las federales, recaen en una autoridad gubernamental local (aunque raro en el mundo, este es el caso de las elecciones en Estados Unidos, organizadas por los Departamentos de Estado de cada uno de los estados).


·      El carácter permanente o temporal de los organismos electorales, y en particular el rango de sus atribuciones. El INE es una autoridad sui generis, debido a que, por ley, cubre un rango muy amplio de funciones, que impactan en la organización electoral, pero cuyos beneficios se desbordan hacia otras instancias del Estado mexicano, como la administración del Registro Federal de Electores, base para la producción y entrega a la ciudadanía de su Credencial para Votar, el monitoreo de tiempos de radio y televisión

 

·      Influye también en la comparación internacional la cantidad y complejidad del marco regulatorio para la organización y competencia electoral, y los mecanismos o garantías para vigilar su cumplimiento; la periodicidad de las elecciones y su coincidencia o no, entre la renovación de cargos de diferentes niveles de gobierno; el volumen y distribución territorial del electorado. Afecta incluso la etapa de desarrollo democrático que tiene un país: suele ser menos costoso organizar elecciones en democracias ya consolidadas, con historia electoral añeja, que en países apenas en proceso de asentamiento democrático.

 

Comparaciones, e ilustraciones, posibles

 

Como saben los especialistas en ciencia política comparada, siempre es posible hacer ejercicios de contraste, seleccionando un número de variables específicas, pero aún en ese caso los factores del contexto político-administrativo y cultural, y las variantes normativas, o logísticas imprimen dificultades o incluso sesgos en las comparaciones.

 

Solo como ilustración, comparto dos ejemplos de costos de organización electoral en dos países de América Latina:

 

En Perú, para organizar las elecciones legislativas extraordinarias que se verificaron en enero de 2020, el poder ejecutivo autorizó una asignación de 142.4 millones de soles (alrededor de 42 millones de dólares), que cubrieron tanto las actividades de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), como del Jurado Nacional de Elecciones y del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC), todas ellas instituciones que realizan, en parte o en todo, tareas vinculadas a las elecciones y que en México están concentradas en el INE. Dentro del presupuesto original del INE para 2020, se previeron 830.1 millones de pesos (poco más de 44 millones de dólares), para la organización de los procesos electorales 2020-2021. En 2020, el electorado peruano rondaba los 25 millones, el de México fue mayor a 93 millones.

 

En Brasil, el presupuesto para el Tribunal Superior Electoral en 2018, año en que se celebraron elecciones generales, fue de 3,500 millones de reales (poco más de mil millones de dólares), los cuales incluyeron 1,716 millones de reales (cerca de 520 millones de dólares) para financiamiento de partidos y campañas. Ese mismo año, el presupuesto del INE fue de 24,215 millones de pesos (poco más de 1,300 millones de dólares), los cuales incluyeron 6 mil 788 millones de financiamiento público a partidos y campañas (365 millones de dólares). Ese año, el electorado brasileño superó los 147 millones. El modelo de organización electoral de Brasil es integrado y los partidos no reciben financiamiento adicional a nivel estatal, como sí sucede en México; además, Brasil usa urna electrónica desde hace años, lo que impacta en menores costos.

 

 

Lo realmente más caro


Va siendo cada vez más claro que lo más oneroso es la confrontación con la autoridad electoral y el entorno polarizante que este tipo de argumentos genera en una conversación pública (para usar un eufemismo) cada vez más distante de la civilidad. Sin evidencia, sin información, sin claridad sobre los argumentos, la descalificación solo conduce a la confusión, a azuzar la confrontación y a redirigir la polarización que permea en otro temas y terrenos a una institución o, peor aún, a sus titulares. Esto solo genera mayor encono y desconfianza.


El argumento del “costo” es además parte de una narrativa a la que subyace una acusación de dispendio que hace tabla rasa o de plano desprecia el valor público y función social de un órgano del Estado.


¿Cuánto cuesta un argumento sin pruebas en un contexto polarizado? ¿Cuál es el costo del daño que se ocasiona a la confianza social en las instituciones públicas? Quizá sea imposible cuantificarlo, pero eso es, sin duda, lo más caro.




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