Publicado en SciDev
14 ago 2014
Hay temas de interés público que con el paso del tiempo se vuelven evidentes, asuntos de naturaleza obvia o problemas de solución en apariencia clara. Parecería que así sucede en el caso de la ciencia y la tecnología (CyT), y su contribución al bienestar.
La relación entre ciencia, tecnología y bienestar parece evidente y por lo mismo el consenso sobre su importancia se experimenta como un consenso de aceptación amplia. Un análisis más detenido de la percepción que hay sobre ese vínculo sugiere que éste es menos obvio y más complejo de lo que luce a primera vista. Mas aún, hay bases para cuestionar la aceptación automática del carácter positivo de ese vínculo: la CyT no siempre contribuye al bienestar. No obstante, este cuestionamiento debería atenderse y resolverse a partir del propio desarrollo científico y tecnológico.
La ciencia y la tecnología para el bienestar: visiones desde América Latina
¿Cómo pensamos acerca de la ciencia y la tecnología? ¿qué impacto percibimos que tienen en nuestro bienestar? ¿son amenazantes, invasivas e inciertas o instrumentos para controlar el entorno y mejorar la calidad de vida? Algunas de estas preguntas fueron planteadas recientemente en un interesante debate en línea convocado por Wikiprogress América Latina y otras organizaciones.1 El debate no es representativo de la región, y si acaso sólo de quienes participaron en el. No obstante, es fácil identificar temas, preocupaciones y posiciones que reflejan las visiones que seguramente están presentes en amplias franjas de población en América Latina y quizá incluso en otras latitudes.
Los preocupaciones más reiteradas en el debate virtual de Wikiprogress América Latina sobre el papel de la CyT para el bienestar fueron fundamentalmente cuatro. El primer gran tema planteado es que el desarrollo de la CyT debe ser más incluyente en términos sociales y económicos, debe atender las necesidades de grupos sociales vulnerables, ser accesible a la población y estar más cerca del gran público.
Un segundo tema colocado con recurrencia en la discusión virtual, es que se identifica a la educación como actividad que debe estar estrechamente vinculada con la CyT. De nuevo, como en otros tantos temas, la educación es percibida como espacio privilegiado para enfrentar un problema de interés público, que en este caso consiste en acercar la CyT a la población, desarrollar interés y habilidades relevantes desde la infancia y favorecer así el impacto de la CyT en el bienestar.
El tercer asunto planteado por varios de los participantes en el debate de Wikiprogress es que la CyT no contribuyen por sí solas al bienestar. Es el ser humano quien materializa el bienestar (o malestar) al hacer uso de la CyT. Finalmente, con algo de timidez y menor persistencia, el debate colocó el tema de la innovación con una manifestación propia de la CyT.
Debates nuevos, preocupaciones de antaño
De los temas abordados en la discusión virtual de Wikiprogress llaman la atención algunos énfasis y sin duda algunas ausencias. El énfasis que se da a la educación, específicamente a la enseñanza de ciencias y matemáticas, como elemento clave para que la CyT contribuya al bienestar, sugiere que aún hay reminiscencias de debates añejos y francamente superados. En la década de 1950, en pleno auge de la exploración espacial, y precisamente debido a ésta, se acuñó la idea y el concepto de alfabetismo científico para enfatizar la necesidad de ampliar el conocimiento científico entre la población de cara a los avances de la ciencia y la tecnología. Alfabetizar a una población, vista como ignorante, desde la escuela, en el conocimiento científico y tecnológico permitiría no sólo establecer una mejor comunicación entre científicos y público, sino despejar resistencias sobre los avances y el necesario financiamiento a la CyT. En la década de 1950, tanto como ahora, cabe preguntarse si la alfabetización científica conduce siempre a una relación positiva entre el público y la CyT. Se puede anticipar que la repuesta es negativa.
Más aún, otra de las preocupaciones centrales del debate virtual, aquella que enfatiza que la CyT debe ser más incluyente en lo social y lo económico, y estar más cerca de las necesidades y preocupaciones de las personas y grupos vulnerables, apunta a perspectivas más actuales y vigentes sobre cómo pensar y enfocar con más claridad la relación entre CyT y bienestar. Se trata del modelo conocido como “la ciencia en la sociedad”, surgido en la década de 1990. Esta visión plantea que la relación entre la CyT y el público no sólo está basada en la alfabetización formal (la que se enseña en las escuelas) o en las actitudes adquiridas (influidas por la comunicación y discusión públicas) sino también en el entorno social, cultural y político de las personas. El conocimiento científico y tecnológico se desarrolla no sólo en los laboratorios universitarios o en los parques industriales sino también en las comunidades indígenas y en la adaptación y cambio de la tecnología para atender necesidades cotidianas.
Del debate llama la atención una ausencia: ninguno de los participantes identificó la importancia de la comunicación y divulgación científica como un eslabón de conocimiento clave para una mejor comprensión sobre la contribución de la CyT para el bienestar. Sin trivializar la CyT, su comunicación y divulgación es clave para acercar el conocimiento científico y técnico a la población, facilitar la comprensión de los avances y retos en ese ámbito, e incluso contribuir a enmarcar y pensar los temas de interés públicos con perspectiva científica—en México, por ejemplo, ayudaría mucho un esfuerzo de divulgación científica para comprender los riesgos del fracking en el marco de la reforma al marco institucional energético.
Algunas bases de la desconfianza
Sucede, sin embargo, que el sentimiento de precaución o cautela que está presente en los debates y percepciones sobre el papel de la CyT en el bienestar tiene bases reales que deben atenderse y no tienen tanto que ver con la bomba atómica o la guerra bacteriológica. En un estudio sobre los factores que incrementan la probabilidad de convertirse en investigador principal en el ámbito científico, Jim Austin identifica,2 con base en un análisis de publicaciones en revistas científicas, que los factores más importantes son cuatro: (1) ser hombre; (2) publicar como autor único, dejando a un lado los esfuerzos colaborativos; (3) pertenecer a la élite universitaria, es decir, cursar estudios superiores en una de las 10 universidades de mayor prestigio internacional;3 y (4) publicar en revistas con factores de alto impacto, dado que esto es más importante que el número de citas o la productividad e impacto del trabajo publicado por el autor, en otras palabras, para ser investigador principal parece ser más determinante en dónde se publique que cuánto se publique o el impacto de lo que se publique.
El estudio pone en evidencia la brecha que se pueden encontrar entre el ideal de la ciencia como ámbito de producción de conocimiento basado en el mérito y la calidad, y los incentivos para la producción y difusión de ese conocimiento. La curiosidad, el descubrimiento, el interés en indagar soluciones a problemas o alternativas de solución no exploradas que amplíen los beneficios de la ciencia no parecen ser parte de los incentivos de la CyT en algunos de los lugares donde está la vanguardia del conocimiento. Pero justo porque la CyT han sido una ruta para cuestionarse a sí misma (como lo muestra el estudio de Austin), es ahí donde se deben seguir buscando las rutas y mecanismos para que la CyT doten del mayor bienestar posible para el mayor número de personas.